Reporte de sostenibilidad EINF, ¿Obligación u oportunidad?

Foto reporte de sostenibilidad EINF

Mucho ha llovido desde que se publicara la Ley 11/2018 de Estados de Información No Financiera. Y es que, en menos de cuatro años, hemos pasado de las prisas, la incertidumbre y el desconocimiento a la planificación y el análisis de lo que las empresas quieren contar en estos informes no financieros.

Todos los que nos hemos enfrentado por primera vez a la elaboración de un Estado de Información no Financiera (EINF) hemos experimentado ese sentimiento de tener que realizar un ejercicio complejo y prácticamente inabarcable.

Son muchas las áreas de la compañía que se ven involucradas y la información a presentar no siempre está disponible en nuestros sistemas de la forma en la que se requiere.

Qué es un EINF y cómo planificarlo

A la hora de elaborar un EINF (Estado de Información no Financiera) o lo que se conoce también como reporte de sostenibilidad, existen ciertas consideraciones a tener en cuenta que nos pueden ayudar a que este ejercicio nos resulte mucho más sencillo:

1.Planificar un calendario con antelación

Es importante saber los tiempos que manejan internamente los distintos departamentos que tienen que aportar la información que debe aparecer en el informe, distinguiendo entre información cuantitativa y cualitativa.2.

2. Identificar indicadores de sostenibilidad

Los indicadores que nos permiten hacer seguimiento y dar soporte a los requerimientos legales, deben estar adaptados a la realidad de empresa y su reporte debe resultar asequible para los equipos encargados de acuerdo con los medios a su disposición. Por eso es muy importante realizar esta identificación con el tiempo de antelación suficiente y así asegurar que la información podrá estar en tiempo y forma para la firma del informe.

3. Asignar responsables

Además de la persona que coordina la recopilación de información y redacción del informe, cada indicador debe tener asignado un responsable, que conocerá su contenido con antelación y los plazos para dar respuesta. También es necesario asignar responsables de capítulos o temáticas, expertos en la materia que puedan validar los contenidos que se vayan a presentar en el informe, así como su redacción.

4. Definir la estructura

La estructura del documento puede hacerse de varias formas, bien de acuerdo con los apartados de la Ley, o en base a los asuntos más relevantes resultado del análisis de materialidad de la empresa. Los asuntos materiales nos indican los aspectos que pueden influir sobre el desarrollo del negocio o que son considerados por nuestros grupos de interés de gran prioridad. Por ello, debemos centrarnos en esos aspectos a la hora de estructurar nuestro informe.

5. Redacción “amena”

Hay que intentar no caer en las repeticiones y los términos demasiado técnicos. Un informe demasiado extenso no significa que sea de mejor calidad o que la empresa tenga un grado de desarrollo en sostenibilidad mayor. Es importante que el lector encuentre la información relevante para él de forma clara y sencilla, dando respuesta a sus inquietudes y poniendo en valor el trabajo de la empresa a lo largo del año.

6. Revisiones intermedias

Es muy aconsejable que se planifique la ejecución del informe con un tiempo suficiente de manera que permita realizar al menos dos rondas de revisión de contenido y forma, una vez comprobado por pate del responsable que el informe da cumplimiento a los requerimientos legales. De este modo, aseguraremos que la opinión de los máximos responsables es tenida en cuenta y que la versión que llega al consejo para su firma está validada por todos ellos.  

7. La sostenibilidad no es un tema puntual

La sostenibilidad en una compañía no es un tema del que ocuparse cuando comienza el periodo de preparación del informe. Es algo que forma parte del modelo de gestión de un negocio. No nos olvidemos que estamos preparando un informe anual, por lo que debe reflejar la actividad en cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza de una empresa a lo largo del ejercicio.

Es importante que una persona dentro de la organización vaya recogiendo esas acciones, planes e iniciativas puestos en marcha de forma que, a la hora de comenzar a preparar el informe, sepamos de antemano qué contenidos novedosos tenemos y cómo conseguir la información pertinente.

Novedades legislativas de 2022

Desde que se publicó la Ley 11/2018, la Comisión Europea ha continuado avanzando en la implementación del Pacto Verde Europeo y el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles, lo que ha implicado modificaciones o ampliaciones respecto a la información que las empresas deben incluir en sus informes y a quienes aplican estas nuevas normas.

Si en 2021 la Ley 11/2018 se hacía extensiva también para las empresas de más de 250 empleados (en origen aplicaba a empresas de más de 500), este ejercicio 2022 supone para las empresas de más de 500 empleados tener que informar sobre la elegibilidad y alineamiento de sus actividades con la Taxonomía europea.

La Taxonomía es un listado de actividades consideradas sostenibles por la Comisión Europea. Estas actividades se han definido para los objetivos de cambio climático que la EU ha establecido como prioritarios (mitigación y adaptación al cambio climático) y se espera que a final de año esté disponible la taxonomía relativa a los restantes cuatro objetivos ambientales (uso sostenible de los recursos hídricos y marinos, economía circular, prevención de la polución y salud de los ecosistemas).

El reporte de la Taxonomía va a suponer un nuevo reto para las empresas ya que los requerimientos son complejos, así como la forma en la que se deben reportar los indicadores financieros asociados a las actividades. Además, las definiciones presentan todavía muchas dudas en cuanto a su interpretación, por lo que este primer ejercicio no será sencillo.

Más cambios en el horizonte para los reportes de sostenibilidad

Los cambios regulatorios no acaban en la Taxonomía. Como parte también del Plan de Acción de Fianzas Sostenibles, la Comisión está preparando una nueva directiva sobre los reportes de sostenibilidad (Corporate Sustainability Reporting Directive, CSRD) que verá la luz en octubre y sustituirá a la Ley 11/2018 en España.

En esta directiva se ampliará la información que las empresas deben incluir en sus informes de sostenibilidad, haciendo hincapié en las cuestiones medioambientales, la defensa de los derechos humanos, la cadena de suministros, la gobernanza y las cuestiones sociales.

Esta directiva entrará en vigor el 1 de enero de 2024 para las empresas a las que ya aplica la Directiva de Reporte No Financiero y se irá haciendo extensiva progresivamente al resto de empresas, incluso a aquellas con sede fuera de la Unión Europea en determinados casos.

Los EINF, ¿obligación u oportunidad?

Estos años de análisis interno de la sostenibilidad por parte de las empresas y de reporte externo de su actividad no financiera han permitido generar una mayor conciencia sobre el papel tan importante que juegan las empresas en la mitigación y adaptación al cambio climático, la lucha contra las injusticias sociales y el buen gobierno corporativo.

Toda esta regulación está suponiendo una transformación sobre cómo se integra la sostenibilidad en la actividad empresarial. Las empresas deben aprovechar la elaboración de los Informes no Financieros (pronto de sostenibilidad) para establecer los mecanismos que les permitan identificar y recopilar información relacionada con la sostenibilidad, gestionar los riesgos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG), elaborar políticas y establecer objetivos de medición y seguimiento.

Lo que surgió como un requerimiento legal está dando paso a una gran oportunidad. Muchas son las compañías, no sólo las grandes corporaciones del IBEX, las que ven ya los beneficios de elaborar informes de sostenibilidad.

Estos informes permiten ordenar la actividad relacionada con los aspectos ESG y sientan las bases para la mejora continua. Además, favorecen la reflexión sobre la estrategia y la dirección que las empresas están tomando en el ámbito de la sostenibilidad y les exige mayor rigor a la hora de gestionar los aspectos medioambientales, sociales y de gobernanza.

LOS RATINGS ESG: QUÉ MIDEN Y EL RETO DE LA ESTANDARIZACIÓN

ESG clase explicación

La inversión ESG, que incorpora en los análisis cuantitativos criterios medioambientales, sociales y de gobernanza, es una de las tendencias con mayor recorrido a nivel internacional en los últimos años. Según un informe de la Global Sustainable Investment Alliance, a principios de 2020 un total de 35,3 billones de activos bajo gestión o, lo que es lo mismo, más de un tercio de la inversión total a nivel global, se correspondía con inversión sostenible.

Conforme crece la inversión ESG crecen también tanto los mantras acerca de su potencial transformador (que parecen no poder ser rebatidos), como el número de críticos que parecen no creerse su propósito (aparentemente cargado de buenas intenciones). Así, el sector de la inversión ESG aún cuenta con ciertas controversias a sus espaldas, y no son pocos los que se muestran escépticos respecto a su verdadera capacidad de generar impacto positivo en la sociedad en la que vivimos.

Entonces, ¿cuál es la manera correcta de integrar consideraciones respecto a la protección del medioambiente o el bienestar de los empleados en las estrategias de inversión? Y, ¿cómo es posible diferenciar a las empresas más responsables en sus operaciones de las que no lo son?

La traducción de la sostenibilidad en términos financieros

Al igual que las calificaciones de riesgo crediticio evalúan la solvencia y perspectiva a futuro de las compañías desde un punto de vista exclusivamente financiero, los ratings ESG tienen como objetivo analizar su rendimiento en base a criterios medioambientales, sociales y de gobernanza.

Sin embargo, ante las polémicas en las que se ve envuelto frecuentemente el sector, como las acusaciones de greenwashing o la falta de consideración de determinadas externalidades negativas de las empresas evaluadas, resulta necesario definir en profundidad el objetivo y alcance de estas calificaciones.

De acuerdo con la definición de MSCI, una de las agencias de calificación líder a nivel internacional, los ratings ESG miden la resiliencia de una compañía en el largo plazo frente a riesgos sectoriales en los ámbitos medioambientales, sociales y de gobernanza.

Siguiendo la metodología de Sustainalytics, otra de las agencias referentes en el sector, estas evaluaciones parten de la premisa de que el mundo se encuentra en transición hacia una economía cada vez más sostenible, y que las compañías con una gestión más efectiva de los riesgos ESG tendrán un mayor valor en el largo plazo.

Así, los principales ratings ESG no se centran en el impacto que una compañía tiene en su entorno, sino que evalúan el riesgo en términos financieros derivado de la gestión de aquellos aspectos sociales, medioambientales y de gobernanza más relevantes (o materiales) para cada compañía.

Causas y polémicas asociadas a la falta de correlación

Con la proliferación de los ratings ESG, la falta de estandarización en torno a un marco común de evaluación ha dado lugar a un creciente escepticismo respecto a la validez y la aplicación práctica de los ratings ESG. De hecho, según estudios de la prestigiosa escuela de negocios MIT Sloan, el coeficiente de correlación entre los ratings ESG de 6 de las agencias de calificación más destacadas a nivel global es de 0,61 (en una escala de -1 a 1); mientras que la correlación entre las calificaciones crediticias de agencias como Moody’s y Standard & Poor’s aumenta hasta 0,99.

Siguiendo con los resultados de MIT Sloan, esta divergencia es debida principalmente a dos cuestiones:

  • En primer lugar, el empleo de distintas métricas para evaluar un mismo aspecto medioambiental, social o de gobernanza es la principal causa de divergencia entre distintas evaluaciones. Así, un mismo atributo (como por ejemplo la diversidad de género), puede ser evaluado con métricas cuantitativas (como el porcentaje de mujeres en plantilla, en puestos de gestión o respecto al total de nuevas contrataciones), en base a métricas cualitativas (como las políticas e iniciativas en marcha en materia de igualdad) o con una combinación de ambas.
  • Por otro lado, el alcance de las evaluaciones cobra también un peso relevante para explicar la falta de correlación existente. Principalmente, esto se debe a que distintas metodologías pueden conllevar el análisis de distintos aspectos ESG, resultando en que determinados temas (por ejemplo, la participación en actividades de lobby) pueden afectar a una calificación concreta y a otras no.

En una muy menor medida, esas faltas de correlación se deben a diferencias a la hora de evaluar la materialidad de los criterios ESG en una misma compañía o sector; o, lo que es lo mismo, a que distintas agencias de calificación no sigan un mismo criterio respecto a la relevancia de un determinado aspecto ESG sobre el total de la evaluación.

Por tanto, es fundamental, tanto para los inversores como para las compañías analizadas, conocer las metodologías de los distintos proveedores de ratings e índices ESG y no tomar decisiones en base a una única fuente de información. De esta manera, la divergencia existente no supondrá una barrera para la gestión de sus inversiones y de la transparencia frente a sus grupos de interés externos.

Evaluaciones ESG internacional

¿Hay escepticismo entre los grandes gestores de activos?

El análisis de distintas agencias de calificación ESG pueda dar lugar a conclusiones muy útiles dentro de una estrategia de inversión responsable. Sin embargo, la divergencia existente entre los principales evaluadores provoca también una pérdida de credibilidad para determinados gestores de activos.

Recientemente, el responsable de monitorización de riesgos de Norges Bank, el fondo soberano más grande del mundo, afirmaba en una entrevista a Bloomberg que sus análisis incorporaban las calificaciones de los ratings ESG “en muy pocas ocasiones”, si es que lo hacían. En su lugar, el fondo noruego ha desarrollado una metodología de inversión sostenible, desagregando la información proporcionada por los ratings ESG para después tratarla en base a criterios propios.

Dicha perspectiva, cada vez más extendida entre las gestoras de activos, es seguida en España por entidades como Santander AM o BBVA AM, que cuentan con herramientas propias para evaluar la información proporcionada por proveedores externos e incorporarla en sus inversiones.

Por tanto, el potencial escepticismo existente entre los inversores aparece como una consecuencia más de las controversias derivadas de la falta de estandarización.

No es tanto que las divergencias entre la puntuación ESG otorgada por distintas agencias de calificación haga perder relevancia a sus análisis, sino que ponen encima de la mesa la necesidad de conocer el detalle de las distintas metodologías empleadas para poder sacar el máximo partido a la información analizada.

El camino hacia la estandarización y otras oportunidades a futuro

Con un panorama tan complejo como el actual, aparecen dos principales herramientas para la consolidación de los ratings ESG como fundamento de la inversión responsable: el avance de la regulación y el apoyo a las iniciativas en marcha en torno a la estandarización de las evaluaciones ESG.

En primer lugar, la regulación en cuanto a reporte de información no financiera y clasificación de productos de inversión servirá para reducir las controversias asociadas a las calificaciones ESG. En ese sentido, a nivel europeo hay muchas esperanzas puestas en la consolidación de las taxonomías medioambiental y social y el Reglamento sobre Divulgación de Finanzas Sostenibles de la Unión Europea (SFDR), como marco sobre el que evaluar el impacto no financiero de las inversiones.

Por otro lado, respecto a lo que concierne directamente a los ratings ESG, la iniciativa más relevante actualmente es la definición de estándares de reporte de sostenibilidad a nivel internacional que se está llevando a cabo por la Junta de Normas Internacionales de Sostenibilidad (International Sustainability Standards Board o ISSB, por sus siglas en inglés).

Creada en el marco de la COP 26 y liderada por el antiguo consejero delegado de Danone Emmanuel Faber, la ISSB depende directamente de la Fundación de Estándares Internacionales de Reportes Financieros (IFRS, por sus siglas en inglés).

Respondiendo a las demandas de los distintos grupos de interés del sector, se espera que la fijación de estándares de la ISSB sirva para terminar de una vez por todas con la falta de transparencia y ponga claridad a la inversión ESG.

Además, la Fundación consolida actualmente a dos de los estándares de reporte de sostenibilidad con mayor adopción a nivel internacional, la Sustainability Accounting Standards Board (SASB) y la Carbon Disclosure Standards Board (CDSB), y ha firmado un acuerdo de colaboración a mediados de marzo de 2022 con la Global Reporting Initiative (GRI). Por tanto, la ISSB aúna la perspectiva financiera de los riesgos asociados a aspectos ESG con la visión respecto al impacto que las compañías generan en el medioambiente y la sociedad.

Así, se espera que el complejo panorama actual de los ratings e índices ESG, que actualmente exige de un análisis en profundidad de metodologías y proveedores, comience a dar pasos hacia la homogeneización en el medio plazo. De esta manera, las empresas y gestores de activos podrán centrar sus esfuerzos y estrategias en lo realmente importante: la construcción de una sociedad justa y responsable para todos.

Del Indicador al Impacto (pasando por la gestión ESG activa)

Esg objetivos empresa

Estamos en temporada alta de EINFs (estados de información no financiera), informes integrados y memorias de sostenibilidad.

En muchos casos las personas responsables de los mismos persiguen a sus compañeros en busca del número, del dato para el informe, con una fecha de entrega rigurosa porque luego hay que verificarlo, y en muchos casos aquí se acaba el ejercicio del año.

Faltará en algunos casos la aprobación por el consejo de administración del informe integrado, un trámite que todavía en muchos casos es eso, un mero trámite, porque no es la parte del informe que se discute con más profundidad. Parte de esta información quizás pase a comunicación (interna o externa) para nutrir una memoria de sostenibilidad cuyo primer objetivo suele ser que quede lucida.

Es verdad que cada vez más empresas ya saben que el EINF importa, que sus inversores lo van a analizar, que los ratings y benchmarks ESG van a buscar y usar la información y, por lo tanto, les empieza a interesar. Es por ello, que conocer cómo podemos llevar a cabo una gestión ESG activa, resulta muy relevante para la empresa.

Pero… ¿y si?

¿Y si el EINF tuviera un hilo argumental uniendo el impacto social y medioambiental con el negocio de una empresa?

¿Y si además de incluir unos cuantos logotipos de los ODS se profundizara en indicadores y medidas relevantes para su sector y se pusiera en valor la contribución de la empresa a la agenda 2030?

¿Y si el EINF fuera el último paso de un ejercicio estratégico de considerar los aspectos materiales como parte de la gestión de la empresa?

¿Qué parámetros hay que medir?

¿Y si en lugar de ir cada uno por su lado utilizáramos todos los mismos parámetros para medir cuestiones comunes? Como explican los grandes referentes del impacto empresarial en el mundo como George Serafeim, sir Ronald Cohen, Colin Mayer o Clara Barby en su artículo Measuring Purpose – An Integrated Framework, convendría identificar los parámetros que las empresas necesitan medir para activar su propósito. Por ejemplo:

  • Inputs: recursos financieros, humanos, sociales, naturales y físicos que una empresa utiliza para llevar a cabo su actividad.
  • Outputs: midiendo lo que produce una compañía.
  • Resultados: los cambios generados por las actividades de una empresa.
  • Impactos: los efectos en el bienestar de otros generados por dicha empresa en clientes, empleados, proveedores, sociedades y medio ambiente.
gestión ESG

Pero este tipo de información no financiera no es lo único ni lo último que podemos hacer. Hay un paso más, que consiste en monetizar dichas métricas.

¿Y por qué monetizar es clave? Porque dichas valoraciones permiten asignar recursos e inversiones. En el contexto del propósito es necesario asignar un valor al capital natural, social y humano utilizado para conseguir dicho propósito. Pero, cuidado, existe el riesgo de no valorar nada que no tenga precio y, por tanto, de no dedicarle inversiones a cuestiones críticas pero que nadie ha evaluado.

Desde Transcendent llevamos tiempo haciendo de la gestión de parámetros no financieros una ventaja competitiva para nuestros clientes, mejorando sus resultados y su posición ante sus grupos de interés.

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