Los cambios aprobados por la Comisión Europea con el objetivo de visibilizar el compromiso de las empresas contra el cambio climático y su impacto social permitirán a las empresas españolas colocarse por delante en el reporte y gestión de los aspectos ESG.
La nueva Directiva sobre los reportes de sostenibilidad (Corporate Sustainability Reporting Directive, CSRD) de la Unión Europea va a cambiar la manera en que las empresas se comprometen, reportan y hacen seguimiento de sus objetivos sociales y medioambientales.
Su aprobación implica que deberán publicar informes sobre el impacto de sus actividades en el medioambiente y en la sociedad y de los riesgos a los que están expuestas.
Aunque la obligatoriedad de recoger, analizar y publicar los datos no financieros comienza en 2024 para las grandes empresas, el requerimiento se irá extendiendo progresivamente a todo tipo de empresas hasta 2028.
En España muchas grandes empresas ya han empezado a hacer pública su información no financiera, pero la nueva regulación amplía la obligación a empresas de menos de 250 trabajadores. A todas ellas, la CSRD les obliga a ir más allá.
El impacto y la doble materialidad, novedades de la regulación
La principal novedad, pendientes aún de su transposición al ordenamiento jurídico español previsto como tarde para julio de 2024, tiene que ver con la gestión del desempeño social, medioambiental y de gobernanza de la empresa.
Todas ellas tendrán que reportar una evaluación del impacto causado tanto directamente como a través de su cadena de valor, y en esa línea también definir cómo gestionan dicho impacto. Lo cual implica evaluar el impacto que dichos aspectos de sostenibilidad tienen en la estrategia, el negocio y la cuenta de resultados de la compañía.
El segundo gran cambio en la elaboración de reportes de sostenibilidad corporativos es el enfoque basado en la doble materialidad.
Este análisis tiene una doble perspectiva. Por un lado, la evaluación del impacto, que se refiere a los impactos positivos y negativos relacionados con la sostenibilidad que están relacionados con el negocio de la empresa. Y, por otro, el análisis de los riesgos y oportunidades financieros relacionados con la sostenibilidad de la empresa, identificados a través de un proceso de evaluación de la materialidad financiera.
Mayor transparencia, gestión y control de los aspectos ESG
Con estos cambios se busca mejorar la transparencia en la definición de los compromisos sociales y medioambientales, y un mayor control en la ejecución y gestión para implementar mejoras.
De esta forma, inversores, consumidores, reguladores, y la sociedad en general van a poder tomar decisiones de compra, de financiación, de subvención basados en criterios auditados de sostenibilidad.
Además de garantizar la transparencia, la Comisión Europea pretende mitigar el “greenwashing” de las empresas, estableciendo mecanismos de control como auditorías y certificaciones independientes. El acceso digital a los informes sobre sostenibilidad también va a facilitar la transparencia en este ámbito.
Todo ello supone una apuesta decidida por parte de las autoridades europeas por homologar datos en la medida de lo posible en la UE.
Una iniciativa ambiciosa desde el punto de vista regulatorio y también para las empresas, que va a exigir una adaptación acelerada en cuanto a la medición, análisis y control de sus compromisos sociales y medioambientales y del impacto generado.
A lo largo de los últimos años, los numerosos estudios científicos publicados por diferentes organismos internacionales han dejado en evidencia que el modelo productivo actual no es compatible con la correcta conservación del planeta. El principal causante de esta situación es el calentamiento climático provocado por el exceso de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Para hacer frente a este reto, los gobiernos de todo el mundo se comprometieron en la COP21 de 2015 a reducir sus emisiones de forma que la temperatura del planeta aumente por debajo de 2ºC (preferiblemente 1,5ºC) en 2100 en comparación con tiempos preindustriales.
Ese compromiso requería de una reducción de las emisiones generalizada producida por los gases de efecto invernadero.
Tipos de Gases de Efecto Invernadero (GEI)
Los gases de efecto invernadero son gases que atrapan el calor en la atmósfera y que generan el calentamiento global. A día de hoy los principales gases son:
El Dióxido de Carbono (CO2): Representa la inmensa mayoría de las emisiones de GEI (casi el 80%) ya que se genera siempre que un material entra en combustión, algo muy común en nuestro día a día debido a la dependencia a los combustibles fósiles que presenta nuestra economía.
El Metano (CH4): Es el causante del 11% de los GEI propagados en la atmósfera y es producido por la descomposición de materia orgánica.
El Óxido Nitroso (N2O): Representa el 7% de las emisiones totales de GEI provocadas por el ser humano, y puede ser emitido a través de la quema de algunos combustibles, la fabricación y uso de fertilizantes sintéticos, etc.
Para combatir el calentamiento global y reducir los gases de efecto invernadero las empresas tienen que fijarse objetivos y desarrollar planes de acción que permitan llevar a cabo esos objetivos.
Tipos de huella de carbono que produce una empresa en función del alcance
Huella de Alcance 1: emisiones directas provocadas por el proceso productivo de la compañía. Es por ejemplo, el CO2 generado por una fábrica o por un vehículo de transporte. Para reducir estas emisiones, las compañías pueden tomar medidas como la optimización de algunos procesos productivos, la compra de vehículos menos contaminantes, etc.
Huella de Alcance 2: emisiones indirectas que causa la producción de energía consumida por la compañía para poder realizar su actividad. Es relativamente fácil de medir. Sólo hay que multiplicar el consumo energético de la empresa por el factor de emisión de generación de la electricidad del suministrador o del país. La reducción de las emisiones indirectas se puede conseguir mediante la implementación de medidas de eficiencia energética. Por ejemplo: contratación de PPAsrenovables (acuerdo de compraventa de energía a largo plazo); adquisición de RECs (Renewable Energy Certificates). Estos representan una prueba transferible de que se ha producido un MWh de electricidad a partir de fuentes de energía renovables y se ha añadido a una red eléctrica.
Huella de Alcance 3: emisiones indirectamente provocadas por la cadena de valor de una compañía. Por ejemplo, los GEI generados por la producción y el transporte de capital fijo y materias primas necesarias para la producción. Estas emisiones son las más difíciles de cuantificar y de reducir, puesto que no dependen de la compañía. Si una empresa quisiera reducir su generación de CO2 asociada al abastecimiento, podría cambiar de proveedores a unos más cercanos o hacer presión para que estos tengan prácticas más sostenibles.
Cada vez más empresas europeas miden su huella y establecen metas de reducción de sus emisiones. Tienen el doble objetivo de enfrentar las obligaciones regulatorias presentes y futuras. También pretenden reforzar su ventaja competitiva y mejorar su posicionamiento frente al mercado, los inversores o los clientes.
SBTi: la iniciativa para reducir las emisiones de las empresas
¿Qué tipo de marco de trabajo utilizan las empresas para alinearse con los objetivos marcados? ¿Cómo saber si lo que se está haciendo desde la empresa es suficiente?
Es en este contexto que aparece el Science Based Targets Initiative (SBTi), una iniciativa desarrollada por CDP, Naciones Unidas, World Resources Institute (WRI) y the World Wide Fund for Nature (WWF), que permite a las empresas- de cualquier tamaño y sector- fijar objetivos de reducción de las emisiones compatibles con un aumento de la temperatura del planeta de +1,5ºC en 2100.
Para ello, SBTi permite a las compañías alinearse a dos iniciativas de reducción complementarias a partir de un año base:
Near-term science-based targets: son objetivos de reducción de las emisiones de GEI de alcance 1, 2 y 3 que deberán alcanzarse en un plazo de entre 5 a 10 años. Las compañías no necesitarán fijar dichos objetivos para el alcance 3 si éste es inferior al 40% de la suma de sus emisiones de los tres alcances o si tienen menos de 500 empleados. Sin embargo, sí que se le requerirá a las empresas que se comprometan a medir estas emisiones y a reducir su huella de alcance 3.
Net-zero targets: son objetivos de reducción para eliminar la totalidad de las emisiones de alcance 1, 2 y 3 a largo plazo y que deberán cumplirse a más tardar en 2050. Para poder fijar dichos objetivos, las empresas deberán tener Near-Term targets validados por SBTi. Además, se obliga a las compañías a comprometerse a neutralizar las emisiones residuales que no se hayan podido eliminar en 2050 a pesar de haber seguido el plan de Net Zero.
Los beneficios de fijar objetivos en SBTi para una empresa
El principal beneficio de SBTi es que proporciona una hoja de ruta rigurosa basada en estudios científicos que permite determinar el nivel de emisiones que debe reducir una empresa para lograr alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. Además, para aquellos sectores más contaminantes SBTi define guías sectoriales y metodologías de reducción alineadas a sus retos específicos.
Además, el hecho de empezar a tomar medidas para reducir la generación de GEI antes de que entren en vigor dicha regulación, permitirá a las empresas aumentar la confianza de sus inversores, y, en algunos casos, obtener una ventaja sobre sus competidores. Por último, ciertas medidas de reducción de las emisiones permiten también fomentar una mayor eficiencia, contribuyendo a disminuir los costes operativos de las compañías.
¿Cómo funciona la adhesión a SBTi? Para adherirse a SBTi las empresas tienen que comunicar a la organización su compromiso de reducción de emisiones. Desde que se comunica, las empresas disponen de 24 meses para preparar un plan de reducción alineado a los criterios basados en la ciencia que define el organismo, y que posteriormente debe ser aprobado por este.
Una vez superado este proceso, las compañías aparecerán en la web de SBTi como empresas con objetivos aprobados y tendrán 6 meses para hacerlos públicos. Tras la aprobación, las empresas deberán divulgar sus emisiones anualmente y supervisar su progreso para alcanzar los objetivos previamente establecidos.
Un proceso transparente, exigente, riguroso y que permite homogeneizar el grado de cumplimiento de los objetivos medioambientales por parte de las empresas, así como reforzar el compromiso real de las empresas en sus estrategias de cambio climático y sostenibilidad. Todo un reto, pero con enormes retornos para quienes sepan afrontarlo con rigurosidad y con determinación.
Las palabras del dueño y fundador del grupo indio Mahindra, “What gets measured gets done” (lo que se mide, se ejecuta) resumen el reto y la oportunidad que supone la sostenibilidad y el impacto empresarial.
El Congreso Anual de este año del GSG (Global Steering Group for Impact Investment), una organización global que impulsa la inversión de impacto en el mundo y que preside Sir Ronald Cohen, ha congregado a más de 300 personas conectadas y un total de 24 ponentes de máximo nivel entre miembros del gobierno, Comisión Europea, directivos, dueños y fundadores de grandes empresas, emprendedores y financieros.
Todos ellos destacaron que el momento de la sostenibilidad y el impacto ya había llegado. Conocemos el qué -medir y gestionar el impacto- y, por tanto, estamos ante el siguiente gran reto que es el cómo.
Y las preguntas que lanzaron los ponentes nos invitan a reflexionar sobre el cómo gestionar y medir el impacto. ¿Son los gobiernos, a través de subvenciones, impuestos y ayudas, los que dan señales al mercado de lo que es o no altamente rentable (el gas por ejemplo)?, ¿exigir mayor transparencia de la información no financiera pasa por una mayor regulación?, ¿qué vehículos financieros al alcance de pequeños ahorradores pero también de grandes inversores son los mejores para atraer los grandes flujos de capital para invertir en empresas y proyectos que están cambiando el mundo?, ¿para cuándo un único modelo de medición de impacto?, ¿cómo pasar de KPIs a términos monetarios?, la contabilidad no financiera auditada y obligatoria al mismo nivel que la contabilidad financiera ¿será la solución?.
Mucho ha llovido desde que se publicara la Ley 11/2018 de Estados de Información No Financiera (EINF). Y es que, en menos de cuatro años, hemos pasado de las prisas, la incertidumbre y el desconocimiento a la planificación y el análisis de lo que las empresas quieren contar en estos informes no financieros.
Todos los que nos hemos enfrentado por primera vez a la elaboración de un EINF hemos experimentado ese sentimiento de tener que realizar un ejercicio complejo y prácticamente inabarcable.
Son muchas las áreas de la compañía que se ven involucradas y la información a presentar no siempre está disponible en nuestros sistemas de la forma en la que se requiere.
¿Qué es un EINF y cómo podemosplanificarlo?
A la hora de elaborar un EINF (Estado de Información no Financiera) o lo que se conoce también como reporte de sostenibilidad, existen ciertas consideraciones a tener en cuenta que nos pueden ayudar a que este ejercicio nos resulte mucho más sencillo:
1.Planificar un calendario con antelación
Es importante saber los tiempos que manejan internamente los distintos departamentos de un EINF que tienen que aportar la información que debe aparecer en el informe, distinguiendo entre información cuantitativa y cualitativa.
2. Identificar indicadores de sostenibilidad
Los indicadores que nos permiten hacer seguimiento y dar soporte a los requerimientos legales, deben estar adaptados a la realidad de empresa y su reporte debe resultar asequible para los equipos encargados de acuerdo con los medios a su disposición. Por eso es muy importante realizar esta identificación con el tiempo de antelación suficiente y así asegurar que la información podrá estar en tiempo y forma para la firma del informe.
3. Asignar responsables
Además de la persona que coordina la recopilación de información y redacción del informe, cada indicador debe tener asignado un responsable, que conocerá su contenido con antelación y los plazos para dar respuesta. También es necesario asignar responsables de capítulos o temáticas, expertos en la materia que puedan validar los contenidos que se vayan a presentar en el informe, así como su redacción.
4. Definir la estructura
La estructura del documento puede hacerse de varias formas, bien de acuerdo con los apartados de la Ley, o en base a los asuntos más relevantes resultado del análisis de materialidad de la empresa. Los asuntos materiales nos indican los aspectos que pueden influir sobre el desarrollo del negocio o que son considerados por nuestros grupos de interés de gran prioridad. Por ello, debemos centrarnos en esos aspectos a la hora de estructurar nuestro informe.
5. Redacción “amena”
Hay que intentar no caer en las repeticiones y los términos demasiado técnicos. Un informe demasiado extenso no significa que sea de mejor calidad o que la empresa tenga un grado de desarrollo en sostenibilidad mayor. Es importante que el lector encuentre la información relevante para él de forma clara y sencilla, dando respuesta a sus inquietudes y poniendo en valor el trabajo de la empresa a lo largo del año.
6. Revisiones intermedias
Es muy aconsejable que se planifique la ejecución del informe con un tiempo suficiente de manera que permita realizar al menos dos rondas de revisión de contenido y forma, una vez comprobado por pate del responsable que el informe da cumplimiento a los requerimientos legales. De este modo, aseguraremos que la opinión de los máximos responsables es tenida en cuenta y que la versión que llega al consejo para su firma está validada por todos ellos.
7. La sostenibilidad no es un tema puntual
La sostenibilidad en una compañía no es un tema del que ocuparse cuando comienza el periodo de preparación del informe. Es algo que forma parte del modelo de gestión de un negocio. No nos olvidemos que estamos preparando un informe anual, por lo que debe reflejar la actividad en cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza de una empresa a lo largo del ejercicio.
Es importante que una persona dentro de la organización vaya recogiendo esas acciones, planes e iniciativas puestos en marcha de forma que, a la hora de comenzar a preparar el informe, sepamos de antemano qué contenidos novedosos tenemos y cómo conseguir la información pertinente.
Novedades legislativas de 2022
Desde que se publicó la Ley 11/2018, la Comisión Europea ha continuado avanzando en la implementación del Pacto Verde Europeo y el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles, lo que ha implicado modificaciones o ampliaciones respecto a la información que las empresas deben incluir en sus informes y a quienes aplican estas nuevas normas.
Si en 2021 la Ley 11/2018 se hacía extensiva también para las empresas de más de 250 empleados (en origen aplicaba a empresas de más de 500), este ejercicio 2022 supone para las empresas de más de 500 empleados tener que informar sobre la elegibilidad y alineamiento de sus actividades con la Taxonomía europea.
La Taxonomía es un listado de actividades consideradas sostenibles por la Comisión Europea. Estas actividades se han definido para los objetivos de cambio climático que la EU ha establecido como prioritarios (mitigación y adaptación al cambio climático) y se espera que a final de año esté disponible la taxonomía relativa a los restantes cuatro objetivos ambientales (uso sostenible de los recursos hídricos y marinos, economía circular, prevención de la polución y salud de los ecosistemas).
El reporte de la Taxonomía va a suponer un nuevo reto para las empresas ya que los requerimientos son complejos, así como la forma en la que se deben reportar los indicadores financieros asociados a las actividades. Además, las definiciones presentan todavía muchas dudas en cuanto a su interpretación, por lo que este primer ejercicio no será sencillo.
Más cambios en el horizonte para los reportes de sostenibilidadEINF
Los cambios regulatorios no acaban en la Taxonomía. Como parte también del Plan de Acción de Fianzas Sostenibles, la Comisión está preparando una nueva directiva sobre los reportes de sostenibilidad(Corporate Sustainability Reporting Directive, CSRD) que verá la luz en octubre y sustituirá a la Ley 11/2018 en España.
En esta directiva se ampliará la información que las empresas deben incluir en sus informes de sostenibilidad, haciendo hincapié en las cuestiones medioambientales, la defensa de los derechos humanos, la cadena de suministros, la gobernanza y las cuestiones sociales.
Esta directiva entrará en vigor el 1 de enero de 2024 para las empresas a las que ya aplica la Directiva de Reporte No Financiero y se irá haciendo extensiva progresivamente al resto de empresas, incluso a aquellas con sede fuera de la Unión Europea en determinados casos.
Los EINF, ¿obligación u oportunidad?
Estos años de análisis interno de la sostenibilidad por parte de las empresas y de reporte externo de su actividad no financiera han permitido generar una mayor conciencia sobre el papel tan importante que juegan las empresas en la mitigación y adaptación al cambio climático, la lucha contra las injusticias sociales y el buen gobierno corporativo.
Toda esta regulación está suponiendo una transformación sobre cómo se integra la sostenibilidad en la actividad empresarial. Las empresas deben aprovechar la elaboración de los Informes no Financieros (pronto de sostenibilidad) para establecer los mecanismos que les permitan identificar y recopilar información relacionada con la sostenibilidad, gestionar los riesgos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG), elaborar políticas y establecer objetivos de medición y seguimiento.
Lo que surgió como un requerimiento legal está dando paso a una gran oportunidad. Muchas son las compañías, no sólo las grandes corporaciones del IBEX, las que ven ya los beneficios de elaborar informes de sostenibilidad.
Estos informes permiten ordenar la actividad relacionada con los aspectos ESG y sientan las bases para la mejora continua. Además, favorecen la reflexión sobre la estrategia y la dirección que las empresas están tomando en el ámbito de la sostenibilidad y les exige mayor rigor a la hora de gestionar los aspectos medioambientales, sociales y de gobernanza.
Llega el verano y todos tenemos más tiempo para leer. Por eso, en el siguiente post recomendamos cinco libros sobre sostenibilidad e impacto. El propósito, la sostenibilidad y el impacto se han convertido en temas tremendamente relevantes de los que a veces nos gustaría saber más.
En estos libros, empresarios de éxito como Paul Polman, académicos como Rebecca Henderson, o visionarios como Sir Ronald Cohen nos proponen una nueva manera de hacer negocios, de transformar las empresas y de fijar en el propósito la hoja de ruta.
En este último año hemos visto cómo los aspectos no financieros se están convirtiendo en un elemento estratégico en las compañías. El mercado, los inversores, los consumidores, y la sociedad en general está demandando de una manera muy clara que las empresas generen con su actividad un impacto positivo en su entorno y en el planeta.
Las marcas que lo están haciendo están mejorando su rentabilidad, reteniendo el talento, accediendo mejor a financiación y convirtiéndose en empresas más fuertes frente a sus competidores.
Para los que creen que el mundo está cambiando, que hay otra manera de hacer negocio y que las empresas tienen que jugar un papel fundamental en ese cambio, desde dentro, reinventando su manera de trabajar y colocando en el centro de su actividad el impacto, queremos recomendarles algunos libros.
Deep Purpose, de Ranjay Gulati
Es uno de los Top 10 sobre gestión de 2022 y uno de esos libros sobre sostenibilidad e impacto imprescindibles. Escrito por el distinguido profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, Ranjay Gulati, ofrece una revisión convincente y una defensa del propósito, al documentar los enormes beneficios que generan a las empresas que logran tener el propósito correcto.
Después de realizar una extensa investigación, Ranjay Gulati revela los errores que cometen los líderes a la hora de definir su propósito.
Para tener un propósito correcto, los líderes deben cambiar fundamentalmente no solo cómo lo ejecutan, sino también cómo lo conciben y se relacionan con él. Deben practicar lo que Gulati llama propósito profundo, fomentando la razón de ser de cada organización de una manera más intensa, reflexiva y completa.
En esta guía, Gulati lleva a los lectores al interior de algunas de las empresas más comprometidas del mundo para comprender el secreto de su éxito.
Net Positive, de Paul Polman y Andrew Winston
Una guía para líderes empresariales que busquen crear un impacto positivo cero.
Paul Polman, el ex presidente de Unilever, que consiguió aumentar la rentabilidad de sus accionistas en un 300% siendo la empresa número 1 del mundo en materia de sostenibilidad durante once años, ha escrito este libro junto con Andrew Winston, una de las voces más inspiracionales en temas de sostenibilidad empresarial.
Con prólogo para la versión en español de Ángel Bonet, en este libro ambos autores pretenden mostrar a los líderes empresariales cómo enfrentarse a los mayores y más urgentes desafíos de la humanidad —el cambio climático y la desigualdad— sin dejar de lado el negocio y la rentabilidad.
Para ello, invitan a que las compañías actúen con valentía y tengan un “impacto positivo neto”, es decir, que prosperen devolviendo al mundo más de lo que reciben.
Porque las empresas «Netas Positivas» fomentan la innovación, crean confianza, atraen al mejor talento, retienen a sus clientes y se aseguran un éxito duradero.
Grow the pie, de Alex Edmans
Es uno de los libros sobre propósito empresarial de referencia para quienes están interesados en formar parte del nuevo capitalismo.
Basado en evidencias académicas, pero con ideas muy prácticas y bajo la necesidad de combinar la rentabilidad con el Propósito en los negocios, fue elegido Libro del Año para empresas por Financial Times en 2020.
Remaigining capitalism in a world on fire, de Rebecca Henderson
Con historias de empresas que han dado los primeros pasos para reinventar el capitalismo.
La destacada economista e influyente profesora de la Universidad John and Natty McArthur en Harvard, ha escrito este libro para alertar de que el capitalismo, tal y como estaba concebido, está causando un impacto muy destructivo en el planeta y está desestabilizando a la sociedad en la que vivimos. Esto lo ha situado como un libro clave sobre la sostenibilidad y el impacto empresarial.
Para Rebecca Henderson el único propósito de los negocios no debe ser ganar dinero y maximizar el valor para los accionistas y en este libro muestra que el cambio es posible. Las fascinantes historias de empresas que han dado los primeros pasos para reinventar el capitalismo brindan una visión inspiradora.
En el libro, Henderson aporta reflexiones sobre el papel del gobierno y cómo el mundo de las finanzas, la gobernanza y el liderazgo también deben evolucionar. La profesora de Harvard proporciona en este libro la base pragmática para navegar en un mundo que afronta un desafío sin precedentes, pero también una oportunidad extraordinaria.
Impact, de Sir Ronald Cohen
Uno de los mayores referentes de libros sobre sostenibilidad y economía de impacto a nivel mundial muestra en su libro “Impact” cómo el empuje de la inversión de impacto está dando un vuelco a nuestro sistema económico, transformando el sector privado en un catalizador del impacto positivo; distribuyendo las oportunidades más justamente y aportando soluciones a los grandes retos sociales y medioambientales.
Para sir Ronald Cohen esta revolución que llama la Revolución de Impacto va a ser tan innovadora y disruptiva como lo fue en su día la Revolución Tecnológica.
Un libro imprescindible para entender un nuevo capitalismo basado en la generación de impacto positivo.
Reducir, reutilizar y reciclar. Un mantra que muchas compañías se están planteando incorporar o están ya implementando en su estrategia de negocio, como ventaja competitiva y para mejorar su impacto positivo social y medioambiental.
Unos 100 millones de toneladas de plástico están en el fondo del mar o flotando en la superficie. Sea Threads, una empresa australiana, ha decidido utilizar parte de ese plástico para fabricar ropa de alto rendimiento deportivo.
Esta empresa es solo un ejemplo. Ecoalf o Patagonia son auténticos emblemas de la economía circular. Desde el año 2005 Patagonia ha reciclado 27 toneladas de ropa. Con un propósito basado en crear el mejor producto, no causar daños innecesarios al planeta e implementar soluciones a la crisis ambiental, ha conseguido convertirse en un referente de moda sostenible de calidad. Tienen un ratio de fidelización envidiable y un servicio de atención al cliente excepcional, que repara las prendas siguiendo de forma coherente ese propósito de reutilizar y reparar para evitar el consumismo irresponsable.
Compañías como éstas generan un impacto evidente en el medioambiente ya que solo un 9% de los plásticos se recicla adecuadamente, según Smithsonian Ocean. El resto queda varado durante años acumulándose y generando un impacto negativo en el medio ambiente marino.
Pero ejemplos de economía circular hay muchos. Danone es otra empresa que pone en práctica “las 3R” (Reducir, Reutilizar y Reciclar). A través de su marca Bonafont implementó una de las primeras botellas hecha de otras botellas.
Hay empresas que convierten botellas en alfombrillas y salpicaderos para los coches o neumáticos que se transforman en zapatos.
Qué es la economía circular
La economía circular es un marco de sistemas que aborda soluciones a desafíos globales como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, los desechos y la contaminación.
En nuestra economía actual, tomamos materiales de la Tierra, fabricamos productos a partir de ellos y, finalmente, los tiramos como desechos: el proceso es lineal. En una economía circular, por el contrario, el objetivo es dejar de producir residuos en primer lugar y reutilizar los que se generan.
De este modo se huye del actual sistema lineal de usar y tirar y se apuesta por otro respetuoso con el medioambiente y basado en la prevención, la reutilización, la reparación y el reciclaje.
Reducir, reutilizar y reciclar
La regla de las tres 3R -Reducir, Reutilizar y Reciclar– reduce el impacto negativo en el medio ambiente, ahorrando en recursos y energía.
Pero ¿por qué no hacer que los productos sean más sostenibles desde el propio diseño? ¿O por qué no repararlos en lugar de comprar unos nuevos? La economía circular está planteando nuevos conceptos como el ecodiseño y la reparación, ampliando estas 3R a 7R.
¿En qué consisten las 7R de la economía circular?
Rediseñar: consiste diseñar los productos teniendo en cuenta al medioambiente, es decir, en base al ecodiseño para mejorar la funcionalidad y la sostenibilidad.
Reducir: busca reducir la cantidad de productos que consumimos y los residuos que generamos.
Reutilizar: su objetivo es alargar la vida útil de los productos, ya sea usándolos de nuevo o dándoles una nueva utilidad.
Reparar: consiste en arreglar un producto que se ha estropeado. en lugar de comprar uno nuevo, sin ni siquiera considerar la opción de repararlo.
Renovar: se trata de actualizar todos aquellos productos desactualizados para que se puedan volver a utilizar.
Recuperar: consiste en recoger materiales que ya han sido usados para reintroducirlos en el proceso productivo.
Reciclar: es reintroducir residuos que ya han sido usados en los procesos de producción de manera que sirvan como materia prima para otros productos nuevos.
La importancia de las 7Rs en la economía circular
Por qué es necesaria la economía circular
La extracción y el procesamiento de recursos causan el 90% de la pérdida de biodiversidad y suponen cerca de la mitad de las emisiones globales de efecto invernadero, según alerta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en su Global Material Resources Outlook to 2060.
Minimizar la extracción y el uso de materias primas en un 28% permitiría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 39%, con el objetivo de cumplir el Acuerdo de París y no superar el aumento de temperatura en más de 1,5°C a final de siglo, como se señala en The Circularity GAP Report 2022.
Las empresas tienen el reto de adaptar sus negocios para reducir el impacto que la fabricación de sus productos tiene en el medio ambiente.
La importancia de redirigir los flujos financieros hacia una transición circular es algo que está generando cada vez más interés para que Europa, y España, puedan progresar hacia una recuperación verde y sostenible.
Los datos son contundentes. Cada español genera al año una media de 460 kg de residuos urbanos, es decir, seis veces más que su peso medio. Este impactante dato es una consecuencia de un modelo económico basado en la extracción, producción, consumo y eliminación. Un modelo que implica un alto coste ambiental, tanto a la hora de producir los productos como al acabar su ciclo de vida.
En este contexto y como parte del Pacto Verde Europeo, la Comisión Europea presentó a principios de 2022 su Plan de Acción para la Economía Circular, que tiene como objetivo hacer de los productos sostenibles la norma en la UE, impulsar modelos de negocio circulares y capacitar a los consumidores para la transición ecológica.
El escenario de captación de inversión vinculado a la economía circular está experimentando un importante crecimiento en los últimos años, y se ha convertido en un elemento clave para que se produzca la transición hacia una economía más sostenible.
De hecho, desde principios de 2020 los activos generados a través de fondos de capital de la economía circular han aumentado de 300 a más de 2.000 millones de dólares, lo que supone que se ha multiplicado por 6 dicho volumen de inversión.
Una potente oportunidad laboral
La importancia creciente de la economía circular en las empresas está empujando a la demanda de empleos relacionados con este tipo de perfiles.
Según la Organización Internacional del Trabajo, la economía circular va a generar 24 millones de empleos en 2030 en el mundo. Solo en Europa se estima que se crearán unos 700.000 puestos de trabajo.
Cada vez es más frecuente demandar capacidades a los empleados relacionadas con el cálculo de la huella de carbono o fabricar productos diseñados para alargar su ciclo de vida y su reciclabilidad.
El desafío que tienen la sociedad y las empresas para sumarse a la economía circular
Es un gigantesco desafío para la sociedad que trasciende a todos los sectores y todos los niveles. Los más evidentes son los relacionados con el aprovechamiento de materias primas renovables, así como los basados en la reutilización, la reparación y el reciclaje. Y afecta a muchos aspectos de las empresas, como la digitalización, la logística o la gestión contable. Es difícil encontrar un sector ajeno a esta revolución necesaria.
Las oportunidades para las empresas de posicionarse al frente de este desafío son enormes. La economía circular podría reducir hasta un 99% los desechos de algunos sectores industriales y un 99% de sus emisiones de gases de efecto invernadero, ayudando así a proteger el medio ambiente y combatir el cambio climático. Un reto ambicioso, pero necesario y, además, rentable.
La involucración activa del mundo de la empresa tiene un rol crucial en la protección del medio ambiente, enfrentándose a grandes retos como lo son la lucha contra el cambio climático, la protección de la biodiversidad y el respeto al entorno y la gestión del desperdicio a través del impulso de la economía circular.
Desde hace años se viene hablando de la importancia que tiene el papel de las empresas en la lucha para frenar el cambio climático y del impacto negativo que generamos como sociedad en el medio ambiente. Pero no ha sido hasta los últimos años, impulsado por la pandemia, el consenso científico y los analistas financieros, que las empresas no han tomado conciencia del riesgo real que el clima supone para sus modelos de negocio.
El Acuerdo de París de 2015 marcó un hito indiscutible en esta dirección, reforzado aún más por la COP26, y las instituciones se comprometieron a frenar el aumento de la temperatura global por debajo de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales.
Objetivos a 2030para frenar el cambio climático
Las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) deben reducirse un 45% para el año 2030, y ser cero-neto en 2050. En esta dirección, la Unión Europea ha hecho una apuesta ambiciosa con el objetivo de llevar al continente a la neutralidad en carbono en el año 2050 con el Pacto Verde Europeo.
En este contexto, las empresas tienen un tiempo limitado para actuar. Todos los sectores en todos los mercados deben transformarse.
Las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) deben reducirse un 45% para el año 2030, y ser cero-neto en 2050
Existen distintas iniciativas de acción climática internacionales que están marcando el paso para apoyar a las empresas en su camino hacia el neto cero. Entre ellas destaca la iniciativa Science Based Targets, que permite determinar cuánto y con qué rapidez necesitan reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) para prevenir los peores efectos del cambio climático fijando objetivos a corto-medio plazo hasta conseguir ser cero-neto.
Las emisiones de alcance 3, el gran escollo
Un camino, sin duda, no exento de dificultad. Alcanzar cero-neto no sólo implica actuar sobre el alcance 1 y 2 de las emisiones de una empresa, sino también sobre su alcance 3, aquellas emisiones que provienen de la cadena de suministro de una compañía y, por tanto, sobre las que tiene un control indirecto.
Las emisiones de alcance 3 son aquellas que provienen de la cadena de suministro y, por tanto, sobre las que la compañía tiene un control indirecto
Para ello, no sólo será necesaria una gestión adecuada de la cadena de suministro, sino que es necesaria una profunda transformación económica en todo el sector empresarial. Esta vendrá impulsada por los avances tecnológicos y la redefinición del sector energético a nivel mundial que permitirán incrementar la madurez de la integración de la sostenibilidad en empresas de todos los tamaños.
El proceso de transformación en el que se encuentra el sector empresarial es imparable. Muchas grandes empresas ya han comenzado a liderar el camino y el riesgo de la inacción puede tener un impacto incluso en su supervivencia.
No obstante, no sólo la gran empresa debe transformarse. También es necesaria la adopción de medidas urgentes por parte de las pymes que, por su propio contexto operativo, se enfrentan a un reto incuestionable que deberán solventar en los próximos años.
La inversión ESG, que incorpora en los análisis cuantitativos criterios medioambientales, sociales y de gobernanza, es una de las tendencias con mayor recorrido a nivel internacional en los últimos años. Según un informe de la Global Sustainable Investment Alliance, a principios de 2020 un total de 35,3 billones de activos bajo gestión o, lo que es lo mismo, más de un tercio de la inversión total a nivel global, se correspondía con inversión sostenible.
Conforme crece la inversión ESG crecen también tanto los mantras acerca de su potencial transformador (que parecen no poder ser rebatidos), como el número de críticos que parecen no creerse su propósito (aparentemente cargado de buenas intenciones). Así, el sector de la inversión ESG aún cuenta con ciertas controversias a sus espaldas, y no son pocos los que se muestran escépticos respecto a su verdadera capacidad de generar impacto positivo en la sociedad en la que vivimos.
Entonces, ¿cuál es la manera correcta de integrar consideraciones respecto a la protección del medioambiente o el bienestar de los empleados en las estrategias de inversión? Y, ¿cómo es posible diferenciar a las empresas más responsables en sus operaciones de las que no lo son?
La traducción de la sostenibilidad en términos financieros
Al igual que las calificaciones de riesgo crediticio evalúan la solvencia y perspectiva a futuro de las compañías desde un punto de vista exclusivamente financiero, los ratings ESG tienen como objetivo analizar su rendimiento en base a criterios medioambientales, sociales y de gobernanza.
Sin embargo, ante las polémicas en las que se ve envuelto frecuentemente el sector, como las acusaciones de greenwashing o la falta de consideración de determinadas externalidades negativas de las empresas evaluadas, resulta necesario definir en profundidad el objetivo y alcance de estas calificaciones.
De acuerdo con la definición de MSCI, una de las agencias de calificación líder a nivel internacional, los ratings ESG miden la resiliencia de una compañía en el largo plazo frente a riesgos sectoriales en los ámbitos medioambientales, sociales y de gobernanza.
Siguiendo la metodología de Sustainalytics, otra de las agencias referentes en el sector, estas evaluaciones parten de la premisa de que el mundo se encuentra en transición hacia una economía cada vez más sostenible, y que las compañías con una gestión más efectiva de los riesgos ESG tendrán un mayor valor en el largo plazo.
Así, los principales ratings ESG no se centran en el impacto que una compañía tiene en su entorno, sino que evalúan el riesgo en términos financierosderivado de la gestión de aquellos aspectos sociales, medioambientales y de gobernanza más relevantes (o materiales) para cada compañía.
Causas y polémicas asociadas a la falta de correlación
Con la proliferación de los ratings ESG, la falta de estandarización en torno a un marco común de evaluación ha dado lugar a un creciente escepticismo respecto a la validez y la aplicación práctica de los ratings ESG. De hecho, según estudios de la prestigiosa escuela de negocios MIT Sloan, el coeficiente de correlación entre los ratings ESG de 6 de las agencias de calificación más destacadas a nivel global es de 0,61 (en una escala de -1 a 1); mientras que la correlación entre las calificaciones crediticias de agencias como Moody’s y Standard & Poor’s aumenta hasta 0,99.
Siguiendo con los resultados de MIT Sloan, esta divergencia es debida principalmente a dos cuestiones:
En primer lugar, el empleo de distintas métricas para evaluar un mismo aspecto medioambiental, social o de gobernanza es la principal causa de divergencia entre distintas evaluaciones. Así, un mismo atributo (como por ejemplo la diversidad de género), puede ser evaluado con métricas cuantitativas (como el porcentaje de mujeres en plantilla, en puestos de gestión o respecto al total de nuevas contrataciones), en base a métricas cualitativas (como las políticas e iniciativas en marcha en materia de igualdad) o con una combinación de ambas.
Por otro lado, el alcance de las evaluaciones cobra también un peso relevante para explicar la falta de correlación existente. Principalmente, esto se debe a que distintas metodologías pueden conllevar el análisis de distintos aspectos ESG, resultando en que determinados temas (por ejemplo, la participación en actividades de lobby) pueden afectar a una calificación concreta y a otras no.
En una muy menor medida, esas faltas de correlación se deben a diferencias a la hora de evaluar la materialidad de los criterios ESG en una misma compañía o sector; o, lo que es lo mismo, a que distintas agencias de calificación no sigan un mismo criterio respecto a la relevancia de un determinado aspecto ESG sobre el total de la evaluación.
Por tanto, es fundamental, tanto para los inversores como para las compañías analizadas, conocer las metodologías de los distintos proveedores de ratings e índices ESG y no tomar decisiones en base a una única fuente de información. De esta manera, la divergencia existente no supondrá una barrera para la gestión de sus inversiones y de la transparencia frente a sus grupos de interés externos.
¿Hay escepticismo entre los grandes gestores de activos?
El análisis de distintas agencias de calificación ESG pueda dar lugar a conclusiones muy útiles dentro de una estrategia de inversión responsable. Sin embargo, la divergencia existente entre los principales evaluadores provoca también una pérdida de credibilidad para determinados gestores de activos.
Recientemente, el responsable de monitorización de riesgos de Norges Bank, el fondo soberano más grande del mundo, afirmaba en una entrevista a Bloomberg que sus análisis incorporaban las calificaciones de los ratings ESG “en muy pocas ocasiones”, si es que lo hacían. En su lugar, el fondo noruego ha desarrollado una metodología de inversión sostenible, desagregando la información proporcionada por los ratings ESG para después tratarla en base a criterios propios.
Dicha perspectiva, cada vez más extendida entre las gestoras de activos, es seguida en España por entidades como Santander AM o BBVA AM, que cuentan con herramientas propias para evaluar la información proporcionada por proveedores externos e incorporarla en sus inversiones.
Por tanto, el potencial escepticismo existente entre los inversores aparece como una consecuencia más de las controversias derivadas de la falta de estandarización.
No es tanto que las divergencias entre la puntuación ESG otorgada por distintas agencias de calificación haga perder relevancia a sus análisis, sino que ponen encima de la mesa la necesidad de conocer el detalle de las distintas metodologías empleadas para poder sacar el máximo partido a la información analizada.
El camino hacia la estandarización y otras oportunidades a futuro
Con un panorama tan complejo como el actual, aparecen dos principales herramientas para la consolidación de los ratings ESG como fundamento de la inversión responsable: el avance de la regulación y el apoyo a las iniciativas en marcha en torno a la estandarización de las evaluaciones ESG.
En primer lugar, la regulación en cuanto a reporte de información no financiera y clasificación de productos de inversión servirá para reducir las controversias asociadas a las calificaciones ESG. En ese sentido, a nivel europeo hay muchas esperanzas puestas en la consolidación de las taxonomías medioambiental y social y el Reglamento sobre Divulgación de Finanzas Sostenibles de la Unión Europea (SFDR), como marco sobre el que evaluar el impacto no financiero de las inversiones.
Por otro lado, respecto a lo que concierne directamente a los ratings ESG, la iniciativa más relevante actualmente es la definición de estándares de reporte de sostenibilidad a nivel internacional que se está llevando a cabo por la Junta de Normas Internacionales de Sostenibilidad (International Sustainability Standards Board o ISSB, por sus siglas en inglés).
Creada en el marco de la COP 26 y liderada por el antiguo consejero delegado de Danone Emmanuel Faber, la ISSB depende directamente de la Fundación de Estándares Internacionales de Reportes Financieros (IFRS, por sus siglas en inglés).
Respondiendo a las demandas de los distintos grupos de interés del sector, se espera que la fijación de estándares de la ISSB sirva para terminar de una vez por todas con la falta de transparencia y ponga claridad a la inversión ESG.
Además, la Fundación consolida actualmente a dos de los estándares de reporte de sostenibilidad con mayor adopción a nivel internacional, la Sustainability Accounting Standards Board (SASB) y la Carbon Disclosure Standards Board (CDSB), y ha firmado un acuerdo de colaboración a mediados de marzo de 2022 con la Global Reporting Initiative (GRI). Por tanto, la ISSB aúna la perspectiva financiera de los riesgos asociados a aspectos ESG con la visión respecto al impacto que las compañías generan en el medioambiente y la sociedad.
Así, se espera que el complejo panorama actual de los ratings e índices ESG, que actualmente exige de un análisis en profundidad de metodologías y proveedores, comience a dar pasos hacia la homogeneización en el medio plazo. De esta manera, las empresas y gestores de activos podrán centrar sus esfuerzos y estrategias en lo realmente importante: la construcción de una sociedad justa y responsable para todos.
El informe “La gestión de los aspectos ESG en las empresas cotizadas” elaborado por Transcendent, que analiza 85 empresas que cotizan en el mercado continuo entre las que se encuentran todas las compañías del IBEX35, constata que sólo el 13% tiene compromisos evaluables de tipo social.
La urgencia por incorporar los aspectos Medioambientales, Sociales y de Gobernanza (ESG por sus siglas en inglés) está marcando la agenda de los principales órganos de gobierno de las empresas y ha pasado a formar parte de sus prioridades estratégicas.
La transformación empresarial hacia la sostenibilidad supone un cambio de mentalidad, un verdadero reto desde el punto de vista organizativo y operativo. Su transversalidad requiere alinear a todas las áreas de la compañía.
Para conocer el grado de avance de esta transformación en las compañías líderes españolas, hemos decidido llevar a cabo un informe, que se centra sobre todo en tres aspectos:
La evolución en la estructura de gobernanza de la sostenibilidad.
Cómo el compromiso con los temas ambientales y sociales se traduce en objetivos concretos y medibles.
La vinculación del logro de dichos objetivos de sostenibilidad con la remuneración de los directivos.
Tras el análisis realizado hemos constatado que la velocidad con la que están avanzando las empresas no es la misma, y la diferencia entre las compañías del IBEX 35 y el resto de cotizadas es muy palpable.
También hemos identificado que las empresas tienen sobre todo el foco puesto en factores medioambientales, mientras que los aspectos sociales, están mucho menos presentes y, cuando lo están, se centran sobre todo en cuestiones de género y brecha salarial.
Datos del informe «La gestión de los aspectos ESG en las empresas cotizadas», Transcendent
La materialidad como eje para marcar las prioridades
Más allá de su compromiso con el medioambiente y la sociedad en general, un elemento clave que influye en la estrategia de sostenibilidad y que debe marcar la estrategia a la hora de fijar objetivos es la materialidad. Esas prioridades en materia de sostenibilidad variarán de manera significativa en función del sector, de la estrategia de la compañía y también de las expectativas de sus grupos de interés.
Tanto en la definición de la estrategia como de los objetivos, las empresas pueden decidir reducir su impacto negativo y/o generar beneficio a sus grupos de interés. Igualmente pueden planificar su contribución a solucionar problemas sociales y medioambientales existentes. Aquellos objetivos dirigidos a beneficiar a grupos de interés o contribuir a soluciones son los que supondrán mayor impacto y una ventaja competitiva para la empresa y, por tanto, es donde la empresa debería poner el foco.
Aunque actualmente debido a la regulación y a su carácter táctico las empresas están centrándose en la fijación de objetivos medioambientales, no deben olvidarse los aspectos sociales que sin duda supondrán el próximo gran hito en sostenibilidad llegando a convertirse, en algunos sectores, en un factor verdaderamente diferencial.
La gran dificultad en la fijación de objetivos sociales está en la medición de los mismos, que debe estar basada en estándares internacionales, muchos de ellos aún en desarrollo como es el caso de la Taxonomía Social de la UE.
Cuadros de mando para una toma de decisiones acertada
Para una correcta toma de decisiones, los consejeros y directores ejecutivos deben contar con herramientas que les permitan monitorizar y “operacionalizar” la sostenibilidad dentro de la compañía aportando un equilibrio entre visión estratégica y táctica. Una herramienta clave es un cuadro de mando (dashboard) en el que estén definidos los objetivos que marquen la dirección de la empresa y que permita determinar el grado de consecución de los mismos.
Debido a su naturaleza transversal y a su marcado carácter estratégico, la sostenibilidad requiere de una estructura de gobernanza que respalde la toma de decisiones y se responsabilice por su gestión. Es por ello que se hace necesaria la constitución de órganos de gobierno multidisciplinares que garanticen la integración de la sostenibilidad en el negocio y favorezcan la alineación entre todas las áreas lo que implica, a nivel estratégico, velar por el propósito y el desempeño ESG de la compañía y, a un nivel más operativo, facilitar la coordinación para la consecución de objetivos comunes.
No obstante, el nivel de reporte, las funciones y la dedicación (exclusiva o no) de dichos órganos de gobierno dependerán en gran medida del tamaño de la empresa, del sector en el que opera y de cuáles son sus asuntos relevantes en materia de sostenibilidad.
Remuneración ESG e integración de la sostenibilidad en la empresa
Asimismo, otro elemento clave es la integración de la sostenibilidad en la cultura de la empresa. Para ello, será importante dotar tanto al consejo como al resto de empleados de los conocimientos y capacidades necesarias para su puesta en marcha, lo que implicará la organización de actividades de formación y comunicación interna.
Por último, pero no por ello menos importante está la remuneración vinculada al desempeño ESG que es una palanca estratégica que fomenta la involucración de los empleados en la toma de decisiones y su participación activa en la consecución de los objetivos comunes.
Según el informe, en las empresas del IBEX, el 54% de las empresas ya tienen retribución variable vinculada a aspectos ESG. Sin embargo, de las empresas analizadas fuera del IBEX apenas el 18% ha incorporado paquetes retributivos específicos vinculados al cumplimiento del desempeño ESG.
Datos del informe «La gestión de los aspectos ESG en las empresas cotizadas», Transcendent
Los paquetes retributivos de la alta dirección vinculados a los objetivos sociales y medioambientales van a acelerar su implementación como parte de la política retributiva de las empresas, tanto a corto como a largo plazo porque hay una tendencia por parte de todos los grupos de interés (consumidores, empresas, empleados, inversores, reguladores e instituciones públicas) en medir y valorar el impacto de las compañías.
Principales conclusiones del informe
En materia de sostenibilidad, aunque todas las empresas ponen de manifiesto su compromiso con las personas y el planeta, sólo el 40% de las compañías analizadas comunica objetivos medioambientales concretos y medibles. Este porcentaje desciende al 13% en el caso de los objetivos sociales.
En cuanto a la retribución vinculada al desempeño ESG el avance es notable en las empresas del IBEX y un 54% de las empresas ya tienen retribución variable vinculada a aspectos ESG.
El 68% de empresas del IBEX 35 cuenta con una Comisión de Sostenibilidad (bien específica o compartida con otras funciones), que reporta directamente al Consejo de Administración, mientras que en 2018 esta cifra era tres veces menor (20%). Esta evolución en los últimos 2 años se debe en gran medida a la creciente demanda por parte de los inversores y al incremento de la regulación en estos aspectos, entre ellos la reforma del Código de Buen Gobierno Corporativo de la CNMV.
En definitiva, las empresas que no incorporen la sostenibilidad en el centro de su actividad van a competir en inferioridad con las que sí lo hagan. De poco sirven las declaraciones de intención y los compromisos si no hay planes estratégicos con objetivos claros e indicadores de seguimiento que los respalden.
El nuevo paradigma de empresa requiere un liderazgo valiente y audaz que sepa gestionar este reto como una inmensa oportunidad, desafiando los modelos existentes y evolucionando sus empresas de la sostenibilidad hacia la generación de impacto.
No somos una empresa grande y solos no vamos a cambiar el mundo ni la situación actual. Pero eso no impide que intentemos hacer las cosas bien, mejorar cada día y tratar de generar un impacto positivo en la sociedad.
La realidad de Ucrania nos conmueve profundamente y creemos que no nos podemos quedar con los brazos cruzados ni mirar hacia otro lado. Por eso, desde el 1 de marzo hemos decidido donar un 1% de nuestra facturación a ACNUR, la Agencia de la ONU para los refugiados, con el objetivo de contribuir a ayudar a las más de 2 millones de personas obligadas a dejar sus casas y a huir a países vecinos desde el comienzo del conflicto.
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